Los Avaros

No es frecuente, pero hay trenes en la vida que pasan dos veces. Forjados en 1991 al albor de bandas norteamericanas como Lynyrd Skynyrd, Georgia Satellites o Cracker, Los Avaros emprendieron una intensa y fugaz travesía musical que se vio truncada, apenas tres años más tarde, por esos azares del destino que muy pocos recuerdan y que a nadie le importan.

Por suerte, Los Avaros llegaron a tiempo a la segunda estación. Veinte años después, cuando asomaban los cartones y el calendario teñía de plata sus barbas, la madurez capituló ante el inconformismo y Los Avaros renovaron con fuerza sus votos por el Rock para combatir prejuicios, plantar cara al hastío y correrse unas buenas juergas sin excusas de por medio: "No, no somos viejos, ¡somos vintage!" 

Desde entonces pasean su repertorio, propio y prestado, por los templos del circuito madrileño (Clamores, Silikona, Honky Tonk, BarCo, Rock Palace, Intruso Bar, Moe Club, Fun House, Siroco...) en una trepidante y eléctrica romería que, al fin, tras varios intentos fallidos, hace parada y fonda obligada en Café La Palma, capilla de referencia para la banda. 

Kike Pascual (voz, armónica), Javi Ros (guitarras), Manu Tapia (bajo), Antonio Cejas (batería), David Alvira (guitarras) y José M. Duque (syntharra) enarbolan la bandera del rock sin complejos, adjetivos ni aditivos, presentando una vibrante descarga sonora de genuinas raíces capitalinas (Malasaña sound) con influencias sureñas (Córdoba), fronterizas (Pamplona) y de la Costa Este (Cartagena). 

Estupor de sus ancestros, cuadrilla de sus coetáneos y orgullo de su prole, Los Avaros ofrecen una propuesta transversal que conecta generaciones y audiencias heterogéneas. Tan capaces son de impulsar los peloteos de Rafa Nadal en la Caja Mágica como de acuñar los himnos que corean las "manifas" de pensionistas, empalmando a pecho descubierto la barra de un garito nocturno con el madrugón callejero de una maratón popular. Ahí es nada.

Honestos y dispuestos, armados con buenas razones y mejores canciones, Los Avaros garantizan una intensa experiencia cargada de energía, pasión y buen rollo a borbotones.